I. EL FENÓMENO

Desde hace cinco años un amplio movimiento de renovación y deslinde cultural se ha extendido en el territorio de la edición en México. Se trata de la sorprendente proliferación de editoriales emergentes en todo el país, editoriales casi siempre creadas por pequeños grupos de gente con ideas estéticas afines, consagradas a su arte, celosas de su autonomía, sensibles a las necesidades actuales de lectores, artistas y escritores. Son editoriales que apuestan por transformar las viejas estrategias de producción y difusión cultural —cada vez más inoperantes debido a la oxidación de sus formas o al dominio aplastante de los mass media— a través de una serie de estrategias no lineales, es decir, distintas a los mecanismos de distribución y creación que habían prevalecido hasta entonces. Menta Ediciones, Sexto Piso, MoNDAo corp., Tumbona Ediciones, Libros de la Meseta, Textofilia, Ditoria, El Billar de Lucrecia, MotínPoeta, Los Libros de Homero, Moho, Libros Magenta, La Cifra, son sólo algunos de los proyectos que en menos de un lustro han diversificado nuestras posibilidades de lectura en medio de la apabullante homogeneidad que ha impuesto el mercado.
El fenómeno es no sólo estimulante sino sintomático (y global): al tiempo que las grandes editoriales terminaron por quitarle al libro el oxígeno que lo hace vivir (es decir, la variación de los puntos de vista, la convivencia de lo heterogéneo, la perdurabilidad), las redes de internet y la evolución tecnológica han generado una nueva dinámica en la trasmisión de la cultura (la difusión rizomática y descentralizada). Cada día y cada noche millones de personas exploran redes telemáticas, se aventuran en archivos digitales, comparten información. Gracias a esta democratización general del acceso a las artes y a los productos de la imaginación, se han dinamitado los enclosures culturales y sus visiones limitadas, y se han comenzado a modificar, incluso al interior de los consorcios musicales, por ejemplo, los procesos de distribución.
En este cruce de caminos nace la edición independiente de los últimos años, como una respuesta inconforme (y, por eso, vital) a la crisis prolongada de la industria editorial, una crisis que radica en el desinterés general por la lectura, la transformación del libro en objeto de lujo en extinción, el progresivo abandono de géneros “poco rentables”, los contenidos chatarra como agravio a la imaginación, el sistema de novedades que impone fechas de caducidad a los libros (la llamada shelf life es de dos meses promedio), el desplazamiento de la librería por la lógica del supermercado. En medio de este paisaje de empobrecimiento cultural, el fenómeno de la edición independiente comenzó a reproducirse en todo el mundo, desde Inglaterra, Estados Unidos, India, hasta España, Argentina, Perú, Colombia, con efectos sorprendentes. Entre ellos se encuentra la revitalización del formato del libro, la escalada de un fenómeno que interesa cada vez más a la comunidad, incluyendo a la prensa y a los medios y, sobre todo, la aparición de editoriales con un alcance estético formidable, algunas incluso con reconocimientos internacionales (Sexto Piso obtuvo el premio Young Publisher of the Year otorgado por el British Council en 2004). Es importante decirlo: la edición a pequeña escala pertenece a un movimiento más amplio, el de la cultura independiente (festivales de cine, giras de documentales, galerías ambulantes), una cultura paralela (incluso contraria) a la difundida por las multinacionales del entertainment, una cultura que está reinventando el concepto mismo de cultura, atenta como está a las transformaciones radicales de la sensibilidad contemporánea. No son pocos los teóricos que afirman que será a través de estas nuevas formas de creación y difusión (asociadas a los procesos que han desplegado simultáneamente internet y el arte público) que respirará el futuro creativo del orbe. Y todo esto es posible gracias a que, como nunca antes, los medios (de impresión, grabación, digitalización) están al alcance de casi cualquiera.