lunes, 22 de septiembre de 2008

II. LAS ESTRATEGIAS

Un rasgo de la nueva edición es su gusto por lo híbrido. En ella participan no sólo escritores y editores sino también, y a veces fundamentalmente, artistas plásticos, fotógrafos, cineastas, diseñadores, tipógrafos. Discurso visual y discurso textual cohabitan sin estridencias. Sus medios no son sólo el papel (aunque ése sea su soporte central) sino también el CD, el blog, las páginas web, myspace, el video, las exposiciones y otras derivaciones creativas. Aquí el concepto de edición se transfigura: MoNDAo corp. Ediciones trabaja con la idea de una publicación periódica que tiene la cualidad de transformarse y abrirse a diversos formatos y soportes. Cada número es un proyecto enteramente original. La revista Hermano Cerdo se encuentra sólo en el espacio virtual y es probable que nunca pase de internet o el CD al papel. El Billar de Lucrecia, dedicado a la poesía latinoamericana más reciente, ha contemplado su propia fecha de clausura: el 2009. Tumbona Ediciones interviene series de televisión para sus presentaciones, revisa la estética el fanzine como actitud cultural, trae al presente formatos olvidados como el flipbook o cine de dedo. Ediciones Menta trabaja con la cultura pop de los sesenta en sus “discos compilaciones”: diez pósters creados por diez artistas visuales, que intervienen espacios, a elección del espectador, justo como una canción cuando es tocada en el estéreo. La lección parece ser ésta: fuera de los esquemas rígidos del mercado, las posibilidades de la edición son ilimitadas.
Algo más: en muchos de estos casos nos encontramos frente al ejercicio extendido de la autogestión. Salvo algunas excepciones, la inversión de los editores radica en el trabajo creativo permanente. ¿Cómo sobreviven? Es probable que su fuerza radique en la recuperación del riesgo editorial (la apuesta por lo desconocido), un lujo que ya no se pueden dar las empresas del ramo. También en sus estrategias de guerrilla cultural. Los nuevos proyectos editoriales se mueven simultáneamente en dos vías: la convencional (circuito de librerías) y la alternativa (circuitos no convencionales, desde plazas hasta galerías, cafés, ferias locales, internet). La acción directa es crucial y consiste en tender puentes imprevisibles entre lectores y libros, ocupar el espacio público, asistir a universidades, organizar de común acuerdo ventas nocturnas. Y en la medida en que el movimiento editorial se consolida surgen también distribuidores independientes con estrategias afines. Es el caso de Textofilia que ha emprendido un proyecto donde el distribuidor no es un mero intermediario especulador, sino alguien comprometido con la nueva edición. Esta es la forma, a la vez ingeniosa y estimulante, en que las editoriales independientes logran saltar las trabas comerciales —el desdén de las grandes cadenas de librerías— y crear sus propios circuitos. Una cosa es clara: si no hubiera un público (heterogéneo y vasto) interesado en sus libros de arte de pequeño formato, sus revistas-objeto, sus colecciones dedicadas a la revisión crítica del pensamiento contemporáneo, sus aforismos y cuentos y nouvelles, seguramente estos proyectos no existirían. Ese público está ávido. Y las editoriales se multiplican. Hay que propiciar entonces los espacios para que se encuentren.

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